Juan Ignacio Brito y el método para nombrar jueces en la Corte Suprema
El dilema en torno a la elección de jueces en la Corte Suprema
La cuestión planteada por el caso Audio podría poner en peligro el proceso de selección de jueces en la Corte Suprema, cuestionado por las acciones de algunos magistrados para obtener sus nombramientos y su actuación tras ser confirmados en sus cargos.
El procedimiento vigente se basa en los contrapesos de los poderes: la Corte Suprema elige a un grupo de candidatos y el Ejecutivo selecciona a uno de ellos, quien debe ser ratificado por dos tercios del Senado. A pesar de ser un sistema que involucra a diferentes actores y fomenta la negociación, se ha desviado de su propósito inicial debido a la conducta de los involucrados.
Existen voces que señalan al mecanismo como responsable y abogan por una reforma en el proceso de selección de los jueces. Sin embargo, cambiar el sistema actual sería tan poco efectivo como la venta del sofá por parte de don Otto, en un intento por resolver un conflicto personal.
Es posible que se requieran ajustes en el sistema para mejorarlo, pero sería ingenuo creer que el problema reside únicamente en las reglas establecidas. La verdadera causa de las fallas radica en la política y en quienes la practican. Los mensajes telefónicos revelados evidencian las faltas cometidas por individuos reales en cada etapa del proceso. Es crucial que la política sea el primer punto de cambio en esta situación.
El debate continúa abajo
Opinión sobre el Caso Audio y sus implicaciones
Análisis de la reciente incautación tecnológica en el caso de Ángela Vivanco
Algunos proponen mecanismos más técnicos como el sorteo o la designación por una comisión de expertos para elegir a los jueces, con la idea de reducir la intervención política al mínimo. Sin embargo, la experiencia muestra que esta visión tecnocrática acarrea sus propios peligros al deshumanizar el proceso y generar problemas más graves a largo plazo.
La solución no radica en evadir la política, sino en fortalecerla y hacerla rendir cuentas. Castigar de forma ejemplar a quienes desvirtúan su propósito (la búsqueda del bien común) y privilegian intereses personales. Es fundamental resaltar que la democracia no solo depende de leyes e instituciones adecuadas, sino también de la virtud cívica de los ciudadanos y, especialmente, de sus líderes. Solo un resurgir ético puede liberarnos de las dificultades actuales.
Por Juan Ignacio Brito, analista político