Óscar Contardo, la derecha en España y Venezuela
En España, el término “cuñado” se usa para describir a una persona con una actitud de *sabelotodo*, que aunque no es fácil de trasladar a nuestro contexto, tiene similitudes con un taxista argentino que siempre tiene una lección no solicitada que impartir. Este “cuñado” se ve a sí mismo como el encargado de disipar la ignorancia de su interlocutor, presumido de sus amplios conocimientos adornados con expresiones coloquiales. No necesita acreditaciones ni experiencias ajenas para validar su sabiduría innata, lo cual le concede una seguridad y elocuencia en sus discursos infinitos. Muchos hablan sin titubeos donde los “cuñados” llenan con palabras y razones aparentes. Donde hay “cuñados” también hay “cuñadismo”, que es el arte de actuar de esa manera en ciertos contextos, como en la política española referente a Latinoamérica, donde el tono paternalista y la arrogancia parecen ser el combustible para opinar con confianza, ignorando las sutilezas que no les importan desde su perspectiva externa.
Las posturas de algunos sectores de la izquierda española sobre la crisis política en Venezuela pueden ser percibidas como un ejemplo extremo de “cuñadismo”. Yolanda Díaz, ministra de Trabajo y líder de Sumar, pese a las irregularidades en el proceso electoral venezolano, reconoció apresuradamente la victoria de Nicolás Maduro: “Primero, se debe reconocer los resultados electorales. Es lo que hacen los demócratas en el mundo. Ante las dudas, transparencia.” Así, lo hizo validando un proceso muy opaco. Hasta el momento de escribir estas líneas, el gobierno venezolano no ha entregado las actas certificadas de la elección. Juan Carlos Monedero, politólogo español y fundador de Podemos, usó sus redes sociales para defender la integridad del sistema electoral venezolano intervenido, con el desdén de quien considera estúpido a quien duda. Por su parte, Irene Montero, secretaria política de Podemos, afirmaba: “El pueblo venezolano ha elegido a Nicolás Maduro como presidente. La comunidad y los observadores internacionales deben garantizar el respeto a los resultados dentro y fuera del país.” Sin embargo, había observadores que no pudieron ni entrar al país. La confusión quedó clara cuando el Centro Carter, una organización que monitorea elecciones, declaró que el proceso “no puede ser considerado democrático.” Pablo Iglesias, ex político y comunicador, ofreció largas exposiciones en su canal y en redes sociales, argumentando como quienes parecen tener soluciones sin analizar los problemas. Este “cuñadismo” es perjudicial para una izquierda latinoamericana que necesita alejarse de la figura del caudillo y aproximarse más a la realidad del pueblo en varios contextos, distintos entre sí, pero no vistos como una unidad homogénea desde Europa por pereza, ignorancia y colonialismo disfrazado de misión humanitaria.
El impacto de Nicolás Maduro en Venezuela y la izquierda regional
Nicolás Maduro ha provocado un gran daño a su país, a sus ciudadanos y a la izquierda en América Latina. La pobreza afecta a un 80% de la población y tiene la más alta tasa de homicidios en Sudamérica. Siete millones de venezolanos han huido del país, que cuenta con una población total de 28 millones, generando una crisis migratoria que se siente desde EE.UU hasta Chile. Ni los grupos de personas cruzando el continente, ni los informes de la ONU y la CPI sobre la detención, tortura y ejecuciones extrajudiciales, son invenciones. La ultraderecha menciona la revolución bolivariana para desacreditar propuestas de izquierda porque el caos en Venezuela es evidente. La Venezuela de Maduro es un país que expulsa a sus habitantes y exporta criminalidad. Ni el “cuñadismo” progresista español ni parte de una izquierda que, por lealtad mal entendida o ceguedad selectiva, evita enfrentar los hechos, parecen aceptar que defender a Maduro es hundirse con él y con su retórica. La izquierda, sea ibérica o latinoamericana, no puede permitirse sacrificar su credibilidad democrática justificando la brutalidad de un régimen que ha invocado al pueblo solo para empobrecerlo.