Opinión: Policías y prisiones

Opinión: Policías y prisiones

La Gendarmería juega un rol crucial en el sistema estatal dedicado a la lucha y prevención de los delitos. En las cárceles, el número de reclusos ha alcanzado casi los 60 mil -un récord histórico-, quienes no solo necesitan vigilancia constante, sino también acceso a programas de reinserción.

Nuestra situación carcelaria está realmente al límite, observándose una alarmante sobrepoblación -existen numerosos casos de hacinamiento-, lo que naturalmente aumenta las responsabilidades de la Gendarmería, ya que mantener el orden en estas condiciones es mucho más complejo. Además, la población penal es cada vez más peligrosa, vinculada al crimen organizado. Esta situación genera un ambiente propicio para casos de corrupción entre los funcionarios de la institución, o crea condiciones de trabajo que afectan su bienestar mental o físico.

Es esencial contar con nuevas instalaciones penitenciarias que no solo alivien la congestión de las cárceles actuales, sino que también faciliten los diversos roles que desempeña la Gendarmería. Sin embargo, también es crucial revisar el funcionamiento de la institución, especialmente considerando la notable fragmentación de las asociaciones de funcionarios dentro de ella -actualmente existen ocho-, que lejos de colaborar, a menudo se enfrentan, con denuncias cruzadas de irregularidades o de desacreditación abierta.

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Gendarmería y su entorno complicado

Aunque la Gendarmería es una entidad jerarquizada y obediente, funciona como un servicio público. A diferencia de Carabineros y la PDI, sus trabajadores pueden organizarse libremente para representar sus intereses. No obstante, la excesiva fragmentación que existe entre las organizaciones de funcionarios, junto con sus constantes disputas y rivalidades, indica que son entidades que buscan principalmente control y mejores capacidades de negociación ante las autoridades, en lugar de reflejar los mejores intereses de la institución. Debido a esta proliferación, muchos funcionarios disfrutan de privilegios que complican la gestión eficiente del personal y dificultan asegurar que dediquen la mayor parte de su tiempo a sus tareas específicas.

Un reciente reportaje de este medio expuso no solo esta maraña de organizaciones gremiales, sino también serias denuncias de irregularidades imputadas entre ellas, junto con supuestos casos de impunidad. Aunque es indudable que el trabajo de la Gendarmería es muy exigente y muchos de sus miembros cumplen sus funciones de manera honesta, es complicado que una institución opere eficientemente cuando los intereses individuales prevalecen.

Racionalización y modernización

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Dentro de la institución, hay resistencia a regirse por las mismas normativas que la PDI o Carabineros -en el primer proceso constituyente se intentó avanzar en esa dirección sin éxito-. Esto debe ser revisado para aspirar a una racionalización básica que garantice una entidad moderna, bien gestionada y sin espacio para actuaciones irregulares.

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