Opinión de Max Colodro: una hipocresía total
Los únicos que han sido coherentes en todo este escenario han sido los comunistas: siempre fieles a la dictadura venezolana, no dejan de defenderla y justificarla. Incluso en la actualidad, frente a un fraude electoral evidente, con una represión brutal en las calles y con el secuestro de líderes opositores transmitido en vivo. El Partido Comunista chileno no tiene problema en legitimar este espectáculo y, además, guardar silencio cuando los dirigentes del régimen acusan a Chile de capacitador de conspiradores, suspenden relaciones diplomáticas de facto e insultan al Presidente Boric.
Y es que tienen razón: el problema no es de ellos, sino de sus aliados y del gobierno, que están forzados a insistir en que solo se trata de diferencias superficiales, apenas “matices” sobre temas de política exterior. La situación es tan patética que, a una semana de la elección, el gobierno chileno sigue esperando que el régimen de Maduro presente las actas que validan sus resultados. Este acto de fe encubre, a estas alturas, la decisión de no condenar el fraude y, mucho menos, de reconocer la victoria opositora.
La farsa evidente
La hipocresía se refleja también en la aparente incomodidad de los aliados del PC, todos aquellos que llevan dos gobiernos juntos e interminables años de alianzas electorales. ¿De verdad esperan que alguien crea que acaban de descubrir que los comunistas son incondicionales a la dictadura venezolana? ¿Y que ahora, seriamente, se sienten incómodos y consideran necesario reevaluar su alianza por conveniencia? Por favor, todo esto no es más que una simple mascarada, un bluf para salir del paso ante una situación donde el respaldo abierto de un partido de gobierno a una tiranía sin escrúpulos se ha convertido en un problema mayor. Ad portas de un nuevo ciclo electoral, forzados a seguir gobernando juntos y tras firmar recientemente un nuevo pacto municipal, los socios del PC no tienen otra alternativa que fingir una supuesta molestia frente al firme respaldo de los comunistas a las trampas de Maduro.
El oficialismo lo tiene claro y, aún más, lo tiene claro el propio Partido Comunista: no hay la menor posibilidad de que sus aliados opten por destruir su alianza política estando en el poder y, menos aún, a tres meses de una elección crucial. Los comunistas continuarán siendo leales a lo que siempre han defendido y sus socios deberán seguir actuando como si eso les causara incomodidad. El gobierno tendrá que enfrentarse al dilema de ver cómo el mundo denuncia con más intensidad el fraude electoral y cada día más países reconocen la victoria de la oposición venezolana. Un gobierno que comenzó admirablemente siendo uno de los primeros en no aceptar el resultado oficial, pero ahí se quedó.
Actualmente, parece complicado que el PC apoye desde siempre a la dictadura venezolana; pero si en verdad nunca fue un problema, es porque muchos de sus actuales aliados hacían lo mismo.
Por Max Colodro, filósofo y analista político