Jaime Abedrapo y defensa de la dignidad humana
En el presente, somos observadores de un llamado a la reivindicación de la autonomía en las decisiones individuales. Esto muestra una pérdida del significado de la libertad, ya que esta se percibe como un objetivo en sí misma y genera las condiciones para una decadencia tanto moral como social, y por ende, la corrupción de las democracias liberales. En realidad, la anomia se ha propagado como un virus entre las personas, quienes tienden a justificar cualquier interés particular por encima del bien común.
La independencia de las personas ha sido fundamental para erradicar la esclavitud y permitir a las mujeres ganar batallas culturales que les han concedido derechos y responsabilidades en la sociedad, entre otras reformas que demuestran un crecimiento de la humanidad. Sin embargo, el ideal de una libertad individual sin restricciones y responsabilidades, lejos de liberar al ser humano, amenaza la propia dignidad humana. Esto se refleja en un vacío en el espíritu de la ley que compromete el cumplimiento legal, además de una incapacidad para respetarnos en nuestras diferencias políticas y sociales, primando solo el interés egoísta.
Este podría ser el pilar principal del populismo y la propia polarización ante la que no hemos sabido responder, ya que en la base de una libertad sin responsabilidad está el desprecio por la razón. Sin razón, no hay moral ni vigencia del Estado de Derecho, lo que es reemplazado por la demagogia y la manipulación emocional de las masas. En este sentido, corporaciones transnacionales, la industria de la defensa y el crimen organizado, entre otros sectores o entidades legales o ilegales, secuestran la voluntad de los individuos hacia sus propios intereses, alejándose de una perspectiva de bien común.
La democracia en cuestionamiento
Finalmente, vivimos en una era donde “todo vale” dentro de un sistema que empieza a convertirse, en democracias frágiles de contenido, en una mera red de grupos de interés que rinden cuentas solo ante sus propias conciencias, sin manera de diferenciar entre actos justos e injustos.
En consecuencia, la democracia en su rol de protección y garantía de la dignidad humana es sustituida por una apariencia de libertad. Los síntomas de esta libertad vacía se manifiestan de diferentes formas, desde el fraude electoral observado en Venezuela hasta en las democracias del primer mundo que han desatado sus intereses geopolíticos, permitiendo y validando condiciones de guerra regional en Medio Oriente, con genocidio en Gaza y al mismo tiempo, rechazando cualquier tipo de negociación ante Rusia. Un mundo con amenazas de guerra es la mejor representación del fin de la era de la promoción de la dignidad humana.
Por Jaime Abedrapo, director del Centro de Derecho y Sociedad, Universidad San Sebastián