Ubicación actual de los leones sustraídos a Perú durante la Guerra del Pacífico
Uno de los mitos urbanos más conocidos en Santiago es acerca del origen de las esculturas que adornan la Avenida Los Leones, situada en la intersección con Avenida Providencia. Estas figuras, restauradas en agosto de 2022 tras un año en reparación, a menudo se asocian con la Guerra del Pacífico.
Consisten en dos estatuas de bronce que se han integrado en la cultura pop chilena. Existen múltiples teorías sobre su origen, una de las cuales sugiere que fueron llevadas por el Ejército chileno durante la ocupación de Lima, la capital peruana, desde enero de 1881 hasta agosto de 1884, durante la fase final del conflicto.
La situación en Lima durante los primeros días de la ocupación chilena fue compleja. Las acciones de las tropas chilenas en Lima siguen siendo un tema de controversia entre los historiadores de ambos países. Incluso en Chile hay diferentes perspectivas al respecto. Una señal de ello es que la apropiación de bienes en países ocupados era una práctica habitual en esa época. Antes de llegar a la antigua capital virrenial, ya se habían registrado saqueos en localidades como Arica y Chorrillos, donde tropas descontroladas de ambos bandos actuaron de manera violenta.
“En la historia de las guerras, la apropiación de bienes culturales es una constante en la ocupación militar de naciones vencidas,” dice Milton Godoy Orellana, Doctor en Historia e investigador asociado del Museo Regional de Atacama. “Como ejemplo, podemos citar las colecciones de museos británicos y alemanes, resultado de saqueos en sus colonias; o lo ocurrido con Napoleón, quien trasladó al Louvre muchas esculturas pequeñas desde ciudades italianas tras sus victorias de 1796 y 1797. ¿Por qué el caso de Chile iba a ser distinto?”
El historiador Rafael Mellafe precisa los conceptos. “Una cosa es el saqueo, que no es más que soldados robando descontroladamente, y cuyo botín es usualmente para ellos mismos. En términos simples, son robos masivos. Tal como lo vimos tras el terremoto del 2010, imágenes lamentables,” afirma.
“Otra cosa es el botín de guerra, una acción en la que el Estado vencedor se apropia de bienes públicos del vencido como compensación y castigo, en un proceso ordenado. Este botín es para el Estado vencedor, no para individuos,” añade Mellafe. Según él, esto es lo que ocurrió en Lima, particularmente con los libros de la Biblioteca Nacional del Perú.
Mellafe indica que el Estado chileno trajo una significativa cantidad de libros desde Lima, alrededor de 10.000 volúmenes, según lo documentado por Ignacio Domeyko en una nota publicada en el Diario Oficial de Chile el 22 de agosto de 1881, donde se solicitaba inventariar lo recibido desde la capital peruana.
El historiador Patricio Ibarra coincide: “Las autoridades chilenas interpretaron esta acción como una contribución de guerra impuesta al Perú, en línea con el Derecho internacional de la época, para financiar y reembolsar los gastos de la ocupación de Lima y otros territorios peruanos.”
Ibarra añade que la operación fue meticulosa y organizada. “Se creó una comisión especial para decidir qué se enviaría a Chile. Todo eso ocurrió en los primeros meses de la ocupación de Lima y se detuvo cuando Patricio Lynch asumió el mando de las fuerzas chilenas.”
Milton Godoy tiene una perspectiva diferente, que ha expresado en artículos como “Ha traído hasta nosotros desde territorio enemigo, el alud de la guerra”. Para él, lo ocurrido fue un saqueo. “Durante la ocupación hubo saqueo y apropiación de bienes culturales enviados a Chile, en contra de los acuerdos internacionales.”
Los Leones de la discordia
Para el historiador peruano José Chaupis, la situación no admite interpretaciones. Un caso es lo ocurrido en la Biblioteca Nacional de Lima, donde las tropas realizaron un embalaje meticuloso de parte del inventario para enviarlo a Chile. “Los bienes culturales como los libros de la Biblioteca Nacional no pueden ser considerados botín de guerra, son patrimonio cultural del Perú y deberían ser devueltos. Esto ya ocurrió en 2007 y 2017 cuando Chile devolvió 3.788 y 730 ejemplares respectivamente. Este será un paso importante para la integración binacional hacia la conmemoración del Sesquicentenario de la Guerra del Pacífico,” afirma Chaupis.
Además, Chaupis menciona que no solo libros fueron tomados de Lima. Por ejemplo, el reloj construido por Pedro Ruiz Gallo en el Parque de la Exposición, junto con las rejas y estatuas que lo adornaban, plantas del Jardín Botánico, gabinetes y libros de la Escuela de Artes y Oficios, entre otros. También se consideró llevar vías férreas y piezas artísticas. Aunque muchos creen que los leones de la actual Avenida Providencia vienen de Lima, los historiadores lo desmienten. Rafael Mellafe aclara: “Los leones en esa avenida fueron fundidos en Francia, encargados por Arturo Lyon, quien los donó a Ricardo Lyon, dueño del fundo ‘Los Leones’ y futuro alcalde de Providencia.”
Asimismo, Mellafe señala que aún se pueden encontrar en Chile cuatro leones de cemento traídos desde Lima. “Dos están en la entrada de la Base Naval de Talcahuano y otros dos en la entrada del Parque Lota.”
Hubo más leones. Milton Godoy relata que un par de esculturas de mármol traídas desde Perú fueron instaladas en la Plaza de Armas de Santiago, generando una gran polémica en la época. Además, incluso leones vivos fueron traídos desde el zoológico de Lima, transportados en pequeñas jaulas, como documentó el diario La Época en noviembre de 1881. Esto probablemente contribuyó a la confusión popular sobre el origen de los leones de Providencia.
Además de leones de bronce y vivos, otros objetos fueron tomados y aún son visibles en la actualidad. Milton Godoy menciona obras como “La Victoria” en Talca y “Neptuno” en la Plaza Aníbal Pinto de Valparaíso.
Godoy cita una carta del almirante Patricio Lynch que arroja luz sobre estos eventos. “Lynch admitió haber enviado el 20 de octubre de 1881, en el vapor Chile, catorce cajas; el 15 del mismo mes, en el Angamos, 24 paquetes y varias piezas de mármol y fierro; y la tercera remesa se hizo en el Amazonas, incluyendo una lista detallada de doscientos veinte cajones.”
La apropiación de obras de arte fue, en gran parte, dirigida por los oficiales y el alto mando. “Los soldados, mayoritariamente de sectores populares, no tenían la autoridad ni el interés en apropiarse y enviar a Chile las obras de arte y monumentos públicos de Lima,” concluye Godoy.