Felipe valdivieso, correlación entre el temor y actividad delictiva
La relación entre el temor y la actividad delictiva, por Felipe Valdivieso
En vez de odisea, hay una disyuntiva crucial en torno a la conexión entre la inseguridad y la criminalidad (dos fenómenos íntimamente ligados, pero que responden a distintos elementos), distintos datos e investigaciones señalan hoy: 1) Una marcada disminución en la incidencia de crímenes, acompañada de un incremento en los delitos de mayor violencia, impulsados por nuevas modalidades delictivas (crimen organizado, sicariato, entre otros) y 2) Una percepción desmesuradamente alta y en aumento de la inseguridad. Hablando en chileno claro, miedo.
Al analizar esto, suele centrarse en cómo la delincuencia engendra inseguridad y temor. No obstante, se presta menos atención al otro lado de la moneda: la demostración de que el temor favorece a la criminalidad.
Varios estudios evidencian cómo el temor comienza a adueñarse de nuestra sociedad. Es fácil de notar en nuestras conversaciones cotidianas, en los discursos alarmantes de muchas candidaturas y en el papel preponderante de la crónica policial. Algunos argumentarán que es imprescindible para alertarnos sobre la problemática, pero, sinceramente: ¿hay alguien en Chile que no esté informado al respecto? Desde hace años, las encuestas colocan la seguridad entre nuestras principales preocupaciones.
Sin desconocer el gran desafío que implica la lucha contra la delincuencia, aquellos que promueven el miedo -incluso con buenas intenciones- deberían ser conscientes del peligro que conlleva esto. El temor es uno de los principales aliados de los delincuentes: no disminuye la criminalidad, más bien la favorece.
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Esta aparente paradoja se justifica por las repercusiones de una elevada sensación de inseguridad. El miedo provoca que las personas se aíslen y participen menos en la esfera pública, haciendo que las calles se vacíen y se vuelvan más inseguras. Cuanto más amedrentados estamos, menos intervenimos o denunciamos. Al fomentar la desconfianza, el miedo deteriora además el entramado social, reduciendo la probabilidad de que las personas colaboren en la prevención del delito o se organicen para enfrentarlo. Del mismo modo, el temor nos incita a buscar (y votar) medidas punitivas y severas al corto plazo. Sin embargo, una “mano dura” sin una estrategia integral de prevención social, educativa y de reintegración, puede incluso intensificar la violencia y la criminalidad, como sucede con nuestro saturado sistema penitenciario. Para colmo, una sociedad dominada por el miedo brinda escaso futuro a jóvenes y niños lo que, entre múltiples perjuicios, incrementa su vulnerabilidad para incurrir en actividades delictivas.
En síntesis, una sociedad dominada por el miedo no solo padece las consecuencias directas de la delincuencia, sino que, además, propicia condiciones adecuadas para la misma. Por tanto, es un yerro sembrar el pánico, en lugar de trabajar en el fortalecimiento de la cohesión social y la convivencia en los espacios públicos, junto con estrategias integrales de prevención y rehabilitación.
La psicología enseña que ante el miedo solemos paralizarnos o huir. Superado cierto límite, ya no tenemos dónde ocultarnos ni cómo desentendernos, simplemente nos rendimos. Cuidémonos del miedo.
Autor: Felipe Valdivieso, vicedecano y docente de la Escuela de Psicología de la Universidad Adolfo Ibáñez