Los detalles de la renuncia inesperada de un líder histórico
Los detalles de la renuncia inesperada de un líder histórico
El inicio de la conspiración
Dos jóvenes decididos, Juan Melgarejo y Ventura Lavalle, tomaron la iniciativa. En la noche cálida del 27 de enero de 1823, en las esquinas de Santiago, comenzaron a colocar carteles hechos a mano. La convocatoria para un cabildo abierto al día siguiente, 28 de enero de 1823, se difundió rápidamente.
La idea se gestó horas antes, cuando un grupo de vecinos de la élite consideró insostenible la situación. Sin el respaldo del Ejército, el Director Supremo, Bernardo O’Higgins Riquelme, se vería obligado a renunciar. El apoyo armado al plan estaba asegurado por altos oficiales como el coronel Francisco Formas, el teniente coronel Mariano Merlo y el coronel Luis Pereira.
El descontento creciente
El descontento hacia O’Higgins aumentaba. La Constitución de 1822, que prolongaba su mandato, desencadenó tensiones en la élite. Su rechazo al poder de la aristocracia y de la Iglesia, sumado a un gobierno autoritario, acrecentaba las críticas en su contra. El fracaso en consolidar la república bajo su gobierno también fue motivo de desaprobación.
Otro factor determinante fue la falta de apertura política. Las exigencias por una mayor participación ciudadana cobraron fuerza, especialmente con el alzamiento de Ramón Freire en Concepción.
El enfrentamiento decisivo
La presión contra O’Higgins se intensificó con levantamientos en Coquimbo y la movilización de un ejército hacia Santiago. La élite consideraba imperativo poner fin a su gobierno para evitar una guerra civil. La renuncia de Jos é Rodríguez Aldea, su ministro más leal, lo dejó aún más vulnerable.
El 28 de enero de 1823, la situación llegó a su punto crítico. En una asamblea en el Consulado, O’Higgins se vio obligado a dejar su cargo como Director Supremo. A pesar de su resistencia inicial, finalmente cedió ante la presión y entregó el poder a una junta de gobierno.
El adiós del líder
Con un discurso emotivo, O’Higgins se despidió de la nación, enfatizando su papel en la independencia de Chile. Aceptó la transición de poder y se retiró de la vida política. Pocos días después, partió hacia Valparaíso con destino al exilio, marcando el fin de su era en el gobierno.
A pesar de su legado como héroe militar, O’Higgins enfrentó críticas por su gestión política. Aun así, su enfrentamiento con la aristocracia y su progresismo cultural son aspectos dignos de revisión y estudio más profundo.