La inspiradora trayectoria de dos refugiados en los Juegos de París 2024
Son 37 deportistas de 11 naciones diferentes quienes, como refugiados, participan en los Juegos de París 2024. Un total de 12 disciplinas cuentan con al menos un atleta refugiado. La Fundación del Refugio Olímpico ha invertido USD 23.9 millones para apoyar a personas desplazadas mediante el deporte.
Cuando el nombre de la boxeadora Cindy Ngamba es anunciado en la Paris North Arena, la multitud estalla en aplausos. “¡Cindy!, ¡Cindy!”, corea su fiel hinchada, un grupo de unas 20 personas vestidas de blanco que contagian al público y ondean una pancarta que dice #FORTHE100MILLION mientras la deportista de 25 años inicia su participación en París 2024.
Ngamba es la figura destacada de la delegación: fue la portadora del estandarte del Equipo de Refugiados durante la apertura en el río Sena. Se siente portadora de los sueños de más de 100 millones de refugiados en todo el mundo. Llegó a sus primeros Juegos Olímpicos con la esperanza de convertirse en la primera medallista del equipo creado en Río 2016. Este domingo compite en los cuartos de final de la categoría hasta 75 kg. Si triunfa, asegurará un lugar en el podio (el boxeo otorga dos medallas de bronce) en el torneo que culminará en Roland Garros.
“Hay una presión inmensa, soy humana y no puedo ocultar mis emociones, pero nunca he permitido que la presión me detenga o me haga dudar de mí misma”. Las presiones van más allá de lo deportivo. Ngamba ha tenido que superar situaciones muy difíciles en su vida personal. Nació en Camerún y a los once años se trasladó con su familia al Reino Unido buscando mejores condiciones de vida. En la escuela sufrió acoso debido a su limitado inglés y su fuerte acento.
En 2019, durante una visita semanal para firmar papeles en la oficina de inmigración, sorpresivamente fue esposada y llevada a Londres con la intención de deportarla a su país de origen. “Fue una de las experiencias más aterradoras de mi vida. Pasé la noche pensando que me enviarían contra mi voluntad a un lugar donde la homosexualidad es ilegal y podría terminar en prisión por ser quien soy”, escribió la boxeadora en el medio italiano The Owl Post.
Según las leyes de Camerún, Ngamba podría enfrentar hasta cinco años de cárcel por ser lesbiana, ya que es uno de los 64 países donde la homosexualidad es un delito. Tras este episodio, pudo concluir sus estudios en criminología y continuar su carrera en el boxeo. Unos años después, recibió el estatus de refugiada en el Reino Unido. Obtuvo tres títulos nacionales en Inglaterra y fue invitada a representar al equipo británico en 2024, aunque las autoridades deportivas no pudieron conseguirle el pasaporte.
En su camino a estos Juegos, el Comité Olímpico Internacional le otorgó una beca, clasificando por méritos propios. “Cuando logré clasificar a los Juegos Olímpicos me dije ‘bueno, parece que realmente estoy hecha para esto'”, expresó tras vencer a la campeona mundial Tammara Thibeault. Poco antes, Ngamba había consolado a la canadiense con un emotivo abrazo, capturado por las cámaras.
Ngamba, siendo una de las protagonistas de estos Juegos, tiene un mensaje claro: “Hay muchos refugiados en el mundo que enfrentan innumerables obstáculos y que aún no creen en ellos mismos. Les digo que no es el fin del mundo, hay que seguir luchando”.
De la guerra a París
La principal preocupación de Alaa Maso era encontrar alimentos: “La natación no se mencionaba. Lo importante era comer”. Ni siquiera pensaba en la nutrición óptima que requiere un atleta de alto rendimiento. Lo que el nadador especialista en los 50 metros libres recuerda es que alguna vez tuvo que luchar por conseguir cualquier cosa que alimentara a él y a su familia durante los momentos más crudos de la guerra civil en Siria, hace una década.
En 2014, Maso vivía los momentos más difíciles en medio del conflicto en Siria. “Había un sitio en Alepo, no podíamos salir de la ciudad, todo estaba bloqueado y rara vez encontrábamos comida. Ahora estoy en el evento deportivo más grande del mundo”.
Maso se cubre el rostro, emocionado. Se seca las lágrimas con su chaqueta de la delegación que sostiene Anne-Sophie Thilo, una regatista suiza que actúa como enlace de prensa del equipo multicultural en París 2024. Maso pide hacer una pausa en la entrevista porque las palabras no le salen. Resurge después de tomar una ducha: “Fue un alivio emocional, como si hubiera soltado una gran carga. Es mi segunda experiencia en unos Juegos Olímpicos y la primera vez con tanta gente, no estoy acostumbrado a este público”.
En Tokio hubo restricciones y gradas vacías; y en los campeonatos de Europa, asegura Maso, el público no supera las 2,000 personas. En la Defense Arena, donde usualmente se juega al rugby y en mayo Taylor Swift hizo cuatro conciertos, se construyeron dos piscinas de 50 metros (una de competencia y otra de calentamiento) a toda velocidad. “Aquí hay diez veces más espectadores de lo que jamás había visto”, dice el sirio.
El estadio techado más grande de Europa, con capacidad para 40,000 personas (para la natación en París 2024 está dividido a la mitad). Un estadio de lujo en el distrito financiero, impecable, pulcro, con un inmenso cubo de agua de un azul intenso. Probablemente muy diferente al centro de entrenamiento cerca de la casa de Maso. La piscina resultó dañada y entrenar cuando caían bombas en la ciudad no era seguro. En octubre de 2015, decidió huir de Siria para encontrar paz y desarrollar su talento y pasión por la natación.
Su destino eran los Países Bajos, donde tenía familia. La ruta a través de Turquía lo llevó a Alemania. Debido a que sus huellas dactilares fueron registradas en territorio alemán, las normas de la Unión Europea exigían tramitar allí su solicitud de asilo.
Con el tiempo, rehizo su vida en Hannover y hoy considera Alemania su hogar: “Ya comencé los cursos de entrenador en Alemania. Quiero contribuir para que la natación esté al alcance de todos. Sueño con trabajar en el futuro con el COI o con la Federación Internacional de Natación para organizar talleres en el Medio Oriente, especialmente en Siria”.
Maso, orgulloso de ser parte del Equipo de Refugiados, valora la importancia del grupo como fuente de inspiración: “Las personas que enfrentan dificultades lejos de su hogar pueden mirarnos. Somos 37 personas que llegamos a París habiendo pasado por el infierno. Todos pueden salir adelante con apoyo y creyendo en ellos mismos, empujando los límites”.
El puesto 47 que obtuvo en París 2024 es solo un detalle para alguien que pasó su periodo más crucial en el desarrollo como nadador pensando en sobrevivir. Entonces, ¿qué le diría a ese joven que pasaba hambre y sentía miedo e inseguridad en medio de la guerra?: “Que sea paciente, que aguante la tormenta, porque después, el premio es ser dos veces olímpico”.